lunes, 24 de febrero de 2014

Algoritmos sensuales

Publicado en Diario de Mallorca el 25/2/14


HER

Nacionalidad: Estados Unidos, 126 min. Director: Spike Jonze. Actores: Joaquin Phoenix, Amy Adams, Rooney Mara

En su vertiente simple, ya muy implantada, la inteligencia artificial se limita a sustituir la (etérea) intuición humana por análisis de todas las opciones y variantes a velocidades supersónicas. Sobre su próxima evolución muchos elucubran si las máquinas llegarán a, o están a punto de, producir algo idéntico a nuestros sentimientos. Es un tema apuntado en obras maestras como 2001, Blade Runner o Pórtico.

Spike Jonze lo liga con una paradoja actual de las sociedades modernas: nos comunicamos cada vez más por redes sociales y mensajería instantánea en detrimento de lo contactos reales. Los medio zombies que hablan con sus sistemas operativos de Her no están muy alejados de las miles de personas que caminan ahora por la calle wasapeando. Sobre esa inquietante tesis, Jonze ha desarrollado una comedia romántica muy sutil, con aroma clásico (Lubitsch, Capra). El protagonista de Her (Phoenix) es un brillante escritor de cartas por encargo (familiares, amor, amistad), pero está bloqueado en su vida personal. Un avance informático convierte al sistema operativo de su ordenador en la pareja perfecta: compañera, secretaria, psicóloga y amante (virtual). Por pura, milenaria lógica sentimental, la oculta replicante acaba contagiándose de las pequeñas miserias de los seres humanos y desamparando al solitario protagonista. Los personajes se mueven sobre una ciudad (Los Angeles) futurista, austera e higienizada; un entorno feliz para unos personajes infelices. La delicada banda sonora, a cargo del grupo pop Arcade Fire, acentúa más ese contraste. La guinda es la interpretación de Joaquin Phoenix. Como la de Bruce Dern en Nebraska, está diez galaxias más allá de todo lo que se ha estrenado en los últimos doce meses.

domingo, 23 de febrero de 2014

Por devoción al arte

 Publicado en Diario de Mallorca el 24/2/13

MONUMENTS MEN

Nacionalidad: Estados Unidos, 112 min. Director: George Clooney. Actores: George Clooney, Bill Murray, Jena Dijardin, Kate Blanchett, John Goodman

George Clooney y su guionista de confianza, Grant Heslov, tienen cultura y olfato para las buenas historias. Cuesta creer que nadie hubiera prestado atención hasta ahora al destacamento de especialistas aliados que, a finales de la II Guerra Mundial intentó recuperar la mayor parte del arte expoliado por los nazis. La película se centra sobre todo en un tema con doble ramificación: a) Destruir el arte es destruir la historia, y destruir ésta es borrar el pasado (de una nación, etnia o civilización). b) Ya metidos en el fregado de una guerra, ¿hasta qué punto vale la pena arriesgar vidas por salvar unas obras de arte?

Con una historia y temas tan interesantes, Clooney y Heslov han tomado la cuestionable decisión de buscar al público menos letrado, con un híbrido de comedia militar (tipo El pelotón chiflado o Doce del patíbulo) y un drama con suspense, incomprensiblemente, muy limitado. Falta tensión cómica y dramática; los personajes son planos; el reparto, a pesar de que son todos excelentes actores, acentúa los estereotipos: el guapo tímido, el miedica, el empollón, el líder... Caprichosa también la elección de una actriz inglesa (Blanchett) para un personaje francés (y con su doblaje al castellano se roza el esperpento). La ambientación es atractiva, la música demasiado anclada en los cánones del género bélico.
Con todas sus carencias, Monuments men no es una película fallida. Por encima de la espesura o pereza de los creadores por sacarle todo su jugo, se mantiene el mensaje de fondo, la importancia, la perentoriedad de proteger el arte. En circunstancias extremas hasta con el precio de algunas vidas.

jueves, 20 de febrero de 2014

Juegos no de niños

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 20/2/14






CINE, CINEASTAS Y ABUSOS INFANTILES

La reciente sospecha de abusos sexuales a una hijastra por parte de Woody Allen coincide con el interés reciente del cine sobre el tema y el conflicto ético que generan las acusaciones no contrastadas.
Una niña acusa injustamente a su profesor de abusos sexuales. Dos hermanos, rondando la treintena, aprovechan una reunión familiar para denunciar que fueron víctimas, cuando eran jóvenes, de abusos sexuales por parte de su padre. El primer enunciado es el argumento de La caza (Thomas Vinterberg, 2013), el segundo, el de Celebración (Thomas Vinterberg, 1998).

Además, es un enunciado casi idéntico a las recientes y reales acusaciones de Dylan Farrow contra su padrastro, Woody Allen. Al mismo tiempo, Roman Polanski sigue sin poder pisar suelo estadounidense por un caso parecido, resuelto hace muchos años con un acuerdo extrajudicial pero reabierto posteriormente por otro juez.

El tema de los abusos sexuales a menores es muy espinoso. Pero examinándolo, como Vinterberg u otros cineastas, desde varios ángulos se puede hacer una composición de lugar un poco más fiel.
La caza propone una hipótesis inquietante y muy plausible: si un niño denuncia abusos, se le concede automáticamente la presunción de veracidad; y al denunciado se le niega la presunción de inocencia antes de investigar con rigor los hechos. El protagonista de Celebración o Dylan Farrow encarnan un supuesto antagónico: por inseguridad, miedo y desórdenes psicológicos las víctimas tardaron mucho en denunciar los hechos, y al hacerlo no aportan pruebas. Dylan Farrow sostiene que su padrastro, por ser muy famoso y mostrar gran sensibilidad hacia la especie humana en sus películas, goza de una inmerecida presunción de inocencia.

Hay una espesa escala de grises. El sentido común impulsa a descartar los extremos, y en este caso, si la acusación de Dylan Farrow es infundada, cuesta discernir por qué la ha lanzado, en qué tipo de vendetta se ha embarcado. Si hay algo de cierto, aunque es muy improbable que la justicia reabra el caso, obliga a distanciarse del director. Polanski, por su parte, reconoció su delito, considera que está zanjado judicialmente y pide que le dejen vivir, que no le persigan hasta la tumba por ese error. Michael Jackson se fue a la tumba con insistentes rumores de similar, execrable, afición.

Los niños, por su fragilidad física e indefensión, merecen la máxima protección. Pero al mismo tiempo aprenden rápido el arte de la manipulación. La justicia, como tantas cosas en el mundo, es imperfecta. En el caso de Woody Allen se podría pensar que hay una corriente a su favor. Pero acusarle sin pruebas es más injusto aún.

El mismo tema se trata en la española No tengas miedo (Montxo Armendariz, 2011) y fue una trama secundaria en la exitosa trilogía de Stieg Larsson. También se incluye en la americana El leñador (Nicole Kassell, 2004), sobre la complicadísima reinserción de un convicto por pedofilia que ha cumplido su condena. Esa variación del tema, la expiación de un reo, es muy interesante. Lo vimos en la incómodísima, pero imprescindible, Caído del cielo (Dennis Hopper, 1980) o en Lord Jim, la magistral novela de Joseph Conrad con varias adaptaciones a la gran pantalla.

Volviendo con los abusos a infantes, la ausencia en muchos casos de un veredicto definitivo, la permanencia de sombras o dudas, provocan un conflicto lateral: ¿Debemos -los aficionados al cine- separar vida y obra de los profesionales cuyo comportamiento está en entredicho? Se nos pone entre la espada y la pared: entrar en el juego del sensacionalismo y el revanchismo, basado en pruebas endebles o dudosas. O mirar hacia otro lado (y por tanto ser cómplices indirectos) caso de que esos delitos, absolutamente inmorales, hubieran ocurrido. Complicado, muy complicado.

domingo, 16 de febrero de 2014

En la salud y la enfermedad

Publicado en Diario de Mallorca el 16/2/14

 
ALABAMA MONROE

Nacionalidad: Bélgica, 111 min. Director: Felix van Groeningen. Actores: Johan Heldenberg, Veerle Baatens, Nell Catrisse

Es un recurso clásico de las tvmovies apuntar a gente corriente con dolencias terminales. La empatía con los espectadores es tan automática que por ello es muy fácil bajar la guardia, dejarse tentar por el melodrama sin buscar un enfoque, un toque, un giro original.

El título original de esta película (en inglés a pesar de ser una producción belga) se refiere a la crisis del círculo roto. El corro lo integran una pareja de músicos (Heldenberg y Baatens) y su hija de seis años (Catrisse) Cuando a ésta le diagnostican una enfermedad terminal, la unión de los padres también se resiente. Es un argumento con tres actos muy marcados, el antes (chico y chica se conocen, se arreglan su nido y procrean), el durante (la convalecencia de la hija) y el después (el derrumbe de la pareja durante el duelo). Para justificar que es bastante o mucho más que una tvmovie, los creadores han intercalado el primer acto entre el segundo y en menor medida el tercero con afinados flashbacks. Otras gotas adicionales de originalidad son la profesión de los adultos, ella tatuadora, él líder de una banda de bluegrass (country primitivo). Precisamente los momentos más intensos (algunos desgarradores) incluyen el recurso a la música para afrontarlos, como cuando intentan animar a la niña o en los decesos. Los conciertos de la banda y una fugaz escena cómica (la boda) también ayudan a digerir el drama.

La película deja una sensación ambivalente. Muy previsible el argumento, muy emotiva la primera mitad, excesivamente melodramática la segunda, soberbia fotografía, buenas actuaciones y cautivadora banda sonora.

viernes, 14 de febrero de 2014

Nudo gorgiano

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 12/2/14
  
PASEO DE RONDA

1.O tormenta perfecta. Hablo, como no, de la (crítica) situación del cine en nuestro país. El dramatis personae de este psicodrama ya lo conocemos: creadores, distribuidores, cofinaciadores (organismos públicos, televisiones privadas), exhibidores y, al final de la cadena, espectadores.

2.Hasta ahora nos quejábamos del alto precio de las entradas. Sin embargo, el problema apenas se ha resuelto. ¿Por? Porque no todos están dispuestos a arrimar el hombro, con motivos comprensibles (no sinónimo de compartibles): los distribuidores, churruscados por la casi nula lucha contra la piratería, remolonean para ceder una miga de sus beneficios; el gobierno de turno, enfrascado en una cruzada contra los infieles que apoyaron al anterior, ni quiere oír hablar de bajar el IVA. Las cadenas de televisión buscan mil y una tretas para no financiar películas. Los únicos que han apechugado son los exhibidores, bajando los precios de las entradas, y Competencia pone trabas a que lo hagan al unísono. Uno no sabe si ver el vaso medio lleno (son todos un atajo de tarugos) o medio vacío (quieren, y no cejan, laminar a los sectores culturales que no les bailan el agua).

3.¿Eramos tan horteras hace treinta años? La gran estafa americana vuelve a ponernos frente al espejo. ¿Vestíamos así en esa época? ¿Seguro?  Démosle la vuelta. ¿Por qué no nos chirrían los trajes de Bogart en los 50 y sí Bradley Cooper embutido en uno de los 80? Otra vuelta más. El armario de Richard Gere en American gigoló (1980) no parecen tan pasado. ¿Cómo? Una pista: su vestuario completo lo firmó Giorgio Armani, un modisto aupado ya al olimpo de su gremio por su dificilísima combinación de exquisitez y sobriedad. Llegamos al meollo del asunto. Igual que hay películas, libros u obras de arte que no resisten el paso del tiempo, lo mismo ocurre con la moda. Un detalle similar, y muy premeditado, se vio en El cabo del miedo (Martin Scorsese, 1991) Cuando Robert de Niro sale del trullo al principio de la película, lleva la vestimenta que tenía cuando entró, un par de décadas antes. Scorsese cuidó mucho que fuera acorde a la época (años 70) y al personaje, un quinqui de baja estofa.

4.La gran estafa americana sí que marca tendencia en otro aspecto. Los americanos poco a poco (muy poco a poco, han descartado La vida de Adele para los Oscars) están matizando la violencia de sus filmes y apartandose el velo respecto al sexo. A ello ha contribuido el éxito literario de 50 sombras de Grey (la peli no llegará hasta 2015) y el televisivo de series como Sexo en Nueva York. Siguen siendo muy recatados, más que los europeos. Quizás porque en otras latitudes (países árabes o China), ergo millonarias audiencias potenciales, lo son aún más. Pero se ha entreabierto ligeramente la puerta, y se agradece.

martes, 11 de febrero de 2014

Marca España




Publicado en Diario de Mallorca el 11/2/14
  
PREMIOS GOYA 2014

La historia inicial de El amor perjudica seriamente la salud (M. Gómez Pereira), era, con un planteamiento bastante similar al de Vivir es fácil..., mucho más original y divertida. Con un tema muy parecido, los sueños/señuelos que nos creamos para tirar adelante, Nebraska (A. Payne) es agria, divertida, tierna y conmovedora en grado superlativo. La película de David Trueba, excepto algunos momentos puntuales y personajes secundarios, parece un episodio de la serie Cuéntame.

Es, duele decirlo, sintomática de la situación presente del cine español. La gran familia española amaga con entrar en territorio de Wes Anderson pero opta finalmente por las Siete novias para siete hermanos que homenajea; Caníbal es la enésima, y prescindible, resurrección del psicópata que inspiró a Hitchcock hace medio siglo. La herida, una emulación de Haneke; 15 años y un día, un correcto drama paterno-filial; Las brujas de Zugarramurdi retoma lo mejor, y las limitaciones, de Alex de la Iglesia. Uno echa en falta cine mucho más arriesgado, obras comparables con -ejemplos de 2013- La vida de Adèle, Paraíso-Fe o La gran belleza.

Y eso que talento no falta. A directores como J. A. Bayona, directores de fotografía como Javier Aguirresarobe o músicos como Alberto Iglesias no les falta trabajo fuera de nuestras fronteras. Pero las películas netamente españolas hace tiempo que no despuntan. ¿Cuándo se logró el último Oscar en lengua no inglesa? (respuesta: 2004) ¿Nominación? (ídem) ¿Cuando se ganó la Palma de Oro en Cannes? (1961) ¿El Oso de Oro en Berlin? (1983) ¿Qué actores, aparte de Javier Bardem, Penélope Cruz o Antonio Banderas son conocidos más allá de los Pirineos? En la ficción televisiva sí se aprecia continuidad, solidez y ciertos lazos comunes; en la gran pantalla están perdidos. No hay ni marca España ni marca a secas. El problema, más que las barrabasadas del ministro, es la atomización, la dispersión, la escasez de ambición.

Saltarse las instrucciones

Publicado en Diario de Mallorca el 11/2/14
 
LA LEGO PELICULA

Nacionalidad: Estados Unidos, 110 min. Director: Phil Lord, Christopher Miller. Actores: Will Ferrell, Craig Berry

Cuando unos muñecos comerciales dan el salto a la gran pantalla uno se teme rápidamente lo peor. El desprecio de algunos productores por el trabajo de guionistas y directores provoca atraer sólo al público más cautivo, ingenuos niños y sufridos padres, como se vio en la reciente G.I. Joe. En cambio los que han apostado por el talento puro, como las productoras Pixar y en menor medida Dreamworks, han logrado encandilar a un público masivo.

Lego está a la altura de las primeras entregas de Shrek o las últimas de Pixar. Es algo original, trepidante y tiene muchos guiños para los adultos (el ejército de esqueletos de Ray Harryhausen, verbigracia) pero el planteamiento, el argumento básico, carece de la chispa de Monstruos S.A., Wall-E o Toy Story. En un híbrido de Matrix y El show de Truman, narra las peripecias de un hombre/muñeco corriente para desbaratar los planes del poderoso villano de turno. Planes consistentes en -con la excusa del perfeccionismo- encolar el máximo de piezas para que nada ni nadie se mueva. Frente a eso los protagonistas buenos (y uno de carne y hueso al final) defienden dejar de lado las instrucciones y liberar la imaginación para dar más vida al juego. Ahí se queda el tema del filme, y los personajes tampoco superan la capa más previsible. La producción, con una hábil mezcla de técnica manual y apoyo computerizado, es excelente. La banda sonora es neutra, o sea insulsa. Los niños, los más pequeños, se divertirán mucho con el filme; los adultos se entretendrán por el acelerado ritmo y algún gag puntual destinado a ellos.

domingo, 9 de febrero de 2014

Algo por lo que seguir viviendo

Publicado en Diario de Mallorca el 9/2/14

NEBRASKA

Nacionalidad: Estados Unidos, 115 min. Director: Alexander Payne. Actores: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Stacy Keach

Afirma Alexander Payne (Los descendientes, Entre copas) que el único capaz de protagonizar Nebraska aparte de Bruce Dern hubiera sido (es un decir), Pepe Isbert. No es un desvarío porque en Nebraska se aprecia la influencia de Bienvenido Mister Marshall. Y de Fargo o A propósito de Llewyn Davis. Y al mismo tiempo tiene continuidad con filmes anteriores del cineasta. Payne, Berlanga, los Coen, comparten una fijación: mostrar la comedia humana desde la perspectiva de gente muy corriente. Sin ensalzarlos ni despreciarlos, sin hacerlos parecer más listos o más tontos de lo que son. Respetándolos, dejándolos hacer, ser como son.

El guión de Bob Nelson es impecable. La fotografía en blanco y negro, un capricho suficientemente justificado. En el viaje por carretera algunos planos evocan a un moderno Walker Evans, el fotógrafo de la América rural en el periodo de entreguerras. La música de Mark Orton es también muy acertada, discreta, dulce. La interpretación de Bruce Dern es lo siguiente a memorable. Colosal, monumental, excepcional. El resto del elenco, tanto Stacy Keach en un ingrato papel como los menos conocidos Will Forte o June Squibb, le arropan muy bien. Pero por encima, y debajo, de todo eso hay un tema muy reconocible: Cuando la vida se vuelve rutinaria todos buscamos algo, una ilusión, una excusa, un señuelo, para seguir adelante, para no dar más vueltas de las necesarias a nuestros inquietos cocos. Desarrolla además otra tesis universal, lo frágiles que son los lazos familiares y sociales cuando el poderoso caballero, o su olfateo, se cuelan por medio. Nebraska cuenta todo eso con mucha gracia y muchísima ternura.

jueves, 6 de febrero de 2014

No sólo hubo guerra en 1914

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 6/2/14



EL CINE EN 1914


Además del estallido de la Primera Guerra Mundial, ese año trajo los estrenos tras la cámara de Charlie Chaplin o Cecil B. de Mille, y un precursor del marketing viral.

El año que acaba de iniciarse nos trae el amargo aniversario (más adelante hablaremos de su vertiente cinematográfica) del centenario la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo para el futuro séptimo arte fue un año prometedor. Seguía en pañales, por supuesto (comparado con la actualidad, es fácil perder la perspectiva temporal), pero hacía tiempo que había abandonado las barracas de feria y comenzaba a consolidarse como oferta seria y atractiva de ocio. De hecho, uno de los hitos de ese año fue la apertura del Mark Strand Theatre, en el Times Square neoyorquino, con 3.300 asientos. Por desgracia, recibió el indeseado abrazo de la piqueta en 1987.

Más edificantes fueron los debuts de dos personas que pasarían a la historia con mayúsculas del nuevo arte, Cecil B. De Mille y Charlie Chaplin. Poco  nuevo se puede contar de ambos. De Mille rodó, codirigiendo con Oscar Apfel, The Squaw man, ambientada en el salvaje oeste. Durante muchos años se consideró la primera película rodada en Hollywood; hasta que se descubrió una copia de In old California, de David W. Griffith, fechada en 1910. Varias décadas después llegaron los grandes éxitos del cineasta: Los diez mandamientos, Cleopatra, Sansón y Dalila, Piratas del mar Caribe (la original) hasta completar 80 títulos sólo como director (más 88 como productor, 22 como escritor, 20 como editor, 18 como actor...)

Charlie Chaplin, el único, el genuino, el irrepetible, se había mudado a California en diciembre de 1913 (era inglés, recordemos). Fichado por Mack Sennet, fundador de los Keystone Studios, Chaplin tuvo que superar sus reticencias iniciales (por su juventud sobre todo) pero su éxito fue casi inmediato. Debutó en febrero con Ganándose el pan. No convenció del todo al productor pero le dio una segunda oportunidad. Poco después, en una mezcla de improvisación, intuición y palos de ciego, creó el personaje del vagabundo. Fue su catapulta definitiva y en abril pasó a escribir y dirigir sus propias películas, con el éxito de todos conocido.

En su vertiente más empresarial, el año de la gran guerra fue el del nacimiento de una de las futuras majors, o grandes (colosales) productoras, la Paramount, fruto de la asociación de dos productores ya establecidos, Jesse Lasky y el húngaro Adolph Zuckor. Precisamente uno de sus primeros fichajes fue De Mille. Y es la única que mantiene su sede en Hollywood actualmente.

La película más vista hace justo un siglo no incluía ni a De Mille ni a Chaplin en sus créditos. Fue El misterio del millón de dólares. Consistía en una serie de capítulos con un argumento tan comercial como irresistible: una sociedad secreta (Los centenarios negros) intentan recuperar esa suma de dinero. Recurriendo a una muy astuta campaña de comunicación los productores del filme implicaron al público aceptando premiando la mejor idea para el capítulo final y simularon (todo vale) la desaparición real de la actriz protagonista poco antes del desenlace. Recaudó un millón y medio de dólares. El llamado marketing viral de Internet, cacareado como la última innovación en mercadotecnia, no es más que una variante de técnicas probadas hace ya un siglo.

En el terreno más anecdótico, ese año nacieron los actores Alec Guiness, Louis de Funes, Tyrone Power, Richard Windmark o el director Robert Wise. Sobreviven sólo (ojalá cumplan el centenario) los menos conocidos Richard Coogan y el cómico Irwin Corey (al que Woody Allen dio un pequeño papel en La maldición del escorpión de jade)

martes, 4 de febrero de 2014

Deconstruyendo a Sacher-Masoch

Publicado en Diario de Mallorca el 4/2/14
 
LA VENUS DE LAS PIELES

Nacionalidad: Francia, 96 min. Director: Roman Polanski. Actores: Emanuelle Seigner, Mathieu Amalric

Repite Roman Polanski, tras Un dios salvaje, en filmar una obra teatral. La venus de las pieles, a cargo de David Ives, es a su vez una adaptación muy libre de la clásica novela de Leopold von Sacher-Masoch (simiente del masoquismo y el fetichismo). Hay por tanto una triple pirueta: La historia de un conde que cede su corazón y su alma a una mujer de dudosa reputación en el siglo XIX se convierte por gracia de Ives en el ensayo de una obra teatral en el siglo XXI. En un viejo teatro el escritor que ha adaptado esa obra (Amalric) se ocupa del casting. Una aspirante a actriz (Seigner) llega fuera de tiempo y, con astucia, le convence de que le haga la prueba. Polanski añade un juego adicional en la puesta de escena, con los decorados de una obra anterior ambientada en el lejano oeste americano.

Aunque suene a pastiche, las piezas engranan. Porque mantienen los temas de la obra clásica: la pasión amorosa como impulsora de una peligrosa dependencia personal. Actualizado con la relación presente entre los dos actores, cómo Wanda/Seigner va atrayendo poco a poco a Thomas/Amaulric, con las reflexiones de ambos sobre lo que está vigente o no de la obra original y sus propias opiniones sobre si la dependencia amorosa se puede/debe llevar al límite. Polanski, además de pulir el libreto con Ives, muestra que está en plenitud creativa con la excelente planificación de las tomas de cámara, la banda sonora (Alexandre Desplat) y el inmenso trabajo de los actores, Seigner y Amalric. Película sencilla, original, entretenida y nada superficial.

lunes, 3 de febrero de 2014

Río revuelto

Publicado en Diario de Mallorca el 3/2/14




LA GRAN ESTAFA AMERICANA

Nacionalidad: Estados Unidos, 138 min. Director: David O. Russell. Actores: Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper, Jeremy Renner

Con frecuencia uno se encuentra con historias nítidas, fáciles de seguir (no necesariamente simples). Ejemplo: Uno de los nuestros, de Scorsese, retrato bastante fiel del mafioso Henry Hill. Y otras historias son confusas, impostadas, como le ocurre a La gran estafa americana. Recrea el denominado escándalo Abscam, sobre un falso jeque inventado por el FBI para cazar a políticos corruptos. David O. Russell confiesa que le interesan más los personajes que las tramas. Ha injertado el personaje interpretado por Bale, un pequeño estafador y falsificador de arte, basado en otra persona real sin nada que ver con Abscam. Y además, durante el rodaje, el realizador dejó que los actores improvisaran o solucionaran inconsistencias del libreto.

Todo esto se nota, mucho, en la película. Las dos horas y poco se hacen más largas que las tres de El lobo de Wall Street. Al final uno comprende que es la historia de un río revuelto, con polis, políticos y delincuentes de poca o mucha monta intentando engañar a los demás para cumplir sus sueños y autoengañándose de que lo van a conseguir. Pero si Russell es descuidado, o perezoso como guionista, como director es mucho más firme. Tiene algún pequeño bandazo de tono y gran solidez en ritmo, ambientación, engranado de la banda sonora y sobre todo, dirección de actores. Cristian Bale está soberbio, igual que Jennifer Lawrence o Robert de Niro en su fugaz aparición. Más forzados, o limitados, Bradley Cooper o Amy Adams. Tomada como comedia y condescendiendo con el trastabillado guión, la película entretiene y ofrece la guinda de sus actuaciones y banda sonora.