martes, 26 de abril de 2011

Vivir, morir y correr


Publicado en Diario de Mallorca el 27/4/11

SCREAM 4

Nacionalidad: Estados Unidos, 110 min. Director: Wes Craven. Actores: Neve Campbell, Courtney Cox, David Arquette, Emma Roberts

Diez años han pasado desde la última entrega de Scream, quince desde la primera. Resucitarla exigía darle un giro nuevo, sin perder las señas de identidad y evitando la parodia burda, como Scary movie. Intención explícita en el mismo filme “Primera regla de los remakes: no fastidies el original”.

Para justificar la década sin noticias del enmascarado asesino ni de las protagonistas, Wes Craven ha ideado un primer acto como una muñeca rusa, con sucesivas secuelas de la falsa película Stab y chicas mirándolas y siendo asesinadas de variadas formas, sin chorros de sangre exagerados. Se mantiene la cinefilia, reforzada con cameos de actores de series televisivas poco conocidas aquí. Las llamadas amenazantes de teléfono provocan algún gag bueno (el del armario) y no falta la cacharerría del siglo XXI, con móviles y webcams echando humo y generando también alguna situación graciosa. El segundo acto afloja el acelerador. El tercero, con los habituales giros argumentales inesperados remonta por las masoquistas argucias del/la nuevo Ghostface para salirse con la suya. Los actores están correctos, a secas. Tanto el cine de terror puro como la parodia apenas requieren dotes de actuación; la sátira requiere una sutileza que ni Courtney Cox (fogueada en Friends), Neve Campbell o David Arquette logran mostrar. La dirección tampoco brilla, va a remolque del guión y de las convenciones del género.

Scream 4 se acerca al nivel de la primera entrega. La originalidad más el acertado humor de su arranque y cierre harán las delicias de los fans de la serie. Para el resto de espectadores los incentivos son más limitados.

Salvar al rey

Publicado en Diario de Mallorca el 24/4/11

AGUILA ROJA

Nacionalidad: España, 120 min. Director: José Ramon Ayerra. Actores: David Janer, Martina Klein, Javier Gutiérrez, Francis Lorenzo

Es tan lícito entretener como aprovechar el éxito de una serie televisiva. Las aventurillas del Robin Hood hispano de la catana han oxigenado la gran pantalla como alternativa al costumbrismo presente o pretérito cercano. Sin embargo, ni la productora, ni el director ni los guionistas parecen haber tomado conciencia de una obviedad: la televisión es gratis para el espectador; el cine, no. La pequeña pantalla es un maratón, subraya el ritmo y la versatilidad argumental; el cine precisa explosividad, profundidad, diálogos más afilados, sutiles o contundentes; y actores con ganas de comerse el mundo.

El plus que ofrece Aguila Roja a los espectadores de pago se limita al secuestro de un monarca español en una conjura en la que están implicados, ni más ni menos, los monarcas francés, inglés, portugués y un cardenal español. Se añade una bella y gélida heroína (la modelo Martina Klein) que intenta salvar a su padre, encarcelado por el pérfido comisario Mejías; un falso cura insulso (Antonio Molero) y la leve e impostada crisis del protagonista cuando su hijo sufre un accidente. Protagonista que sufre el virus español: santo, guapo, valiente, modesto, plano, previsible e irreal. El trasfondo del filme roza lo reaccionario: salvar al rey, aunque sea un pusilánime, y apelación a la furia hispánica para defender la unidad nacional. La producción se resiente del amiguismo en el reparto artístico y técnico, cachorros todos de la factoría Globomedia. El salto a la gran pantalla de Aguila Roja se queda en un botecito, una tvmovie para todos los públicos con más de lo mismo, duelos de espadachines, intrigas palaciegas, humor costumbrista y amores descafeinados.

jueves, 21 de abril de 2011

Toma el libro y corre

Publicado en el suplemento Bellver de Diario de Mallorca el 21/4/11

CINE Y LITERATURA

Con la Feria del Libro encima y elecciones tras la esquina vuelve a plantearse el estado de la coalición entre literatura y cine. ¿Bien? ¿Regular? ¿Mal? La respuesta es positiva, con matices. Repasando la cartelera reciente hay buenos ejemplos. Pa negre, de nuestro compatriota Villaronga, adapta unos relatos de Emili Teixidor; Valor de ley, la última de los Coen, además de remake es una traslación de una novela de Charles Portis.

Como la literatura es un universo, por dimensiones y ramificaciones, acotaremos el tema. Ciñéndonos solo a la ficción, encontramos obras que van desde las siete palabras del dinosaurio de Augusto Monterroso a las mil y pico páginas de El señor de los anillos o El Quijote. El cine sin embargo, se mueve entre los 90 y los 150 minutos. A partir de ahí hay que dividir en capítulos (la citada obra de Tolkien) o sagas (El Padrino).

El ensayo El arte de la adaptación (Linda Seger, Ed. Rialp) explica bien los votos que deben hacer cineastas y escritores para estar bien avenidos. El principal punto de unión de ambas artes es que se dedican a contar historias. La principal fricción surge en el espaciotiempo. En el formato más estándarizado de guión, una página suele dar un minuto de película. La lógica más elemental dice que las novelas más fáciles de adaptar serán las que tengan entre 70 y 200 páginas. Y es cierto. Por eso, por ejemplo, Joseph Conrad es uno de los autores más recurridos, incluyendo cineastas de la talla de Coppola (Apocalypse now) Ridley Scott (Los duelistas) o Hitchcock (Sabotage/La mujer solitaria)

El segundo punto de fricción, relacionado con el anterior, es la dispersión. Un libro se lee a ratos durante varios dias o semanas. Una película se ve de una tacada. Alguien definió esta circunstancia con una frase contundente: “En el cine, todo lo que no es imprescindible sobra.” Ante una novela de 500 páginas, sólo hay dos opciones: elegir un centenar de ellas (lo que hizo Elia Kazan en Al este del eden), o hacer una purga casi estalinista de tramas y personajes secundarios, soliviantando a los puristas.

Tercer encontronazo, el tiempo ficticio. García Marquez no cede Cien años de soledad porque sabe las novelas-río se enturbian en casi todos los casos (apreciable en la recientísima El mundo según Barney). Y es así porque exigen utilizar a varios actores o maquillar exageradamente a uno, evidenciando el truco. Además, escatiman largos lapsos de tiempo en los que los personajes maquinan, se acuestan con o sin y sufren o reviven a espaldas del espectador. Los catedráticos de Hollywood han sentado que la acción debe transcurrir en 20 días. Plazo no imperativo pero sí equilibrado para que ocurran bastantes sucesos y se explayen suficientes emociones.

El cuarto contratiempo, y campo de batalla más cruento, es la fidelidad al original. Los autores la exigen como undécimo mandamiento; los directores y productores actúan como los políticos, prometen y se la cuelan. Hay carretadas de libros mediocres resucitados por el séptimo arte (Casablanca, Teléfono rojo volamos hacia Moscú, El diablo viste de Prada), decenas de obras maestras encasquilladas (El Quijote, Romeo y Julieta o Suave es la noche) y un puñado doblemente inolvidables (Lolita de Nabokov/Kubrick, Los santos inocentes de Delibes/Camús, El tercer hombre de Reed/Greene o Dublineses de Joyce/Huston).

Asunto lateral es el cine y la metaliteratura. La profesión de plumilla no se puede catalogar como de riesgo; por eso espías, bomberos y estraperlistas siempre son los primeros de la fila. Sin embargo, los literatos a veces dan mucho juego. Vease la deliciosa El cartero y Pablo Neruda, de Michael Radford, la intrigante Hammet de Wim Wenders, la simpática Dulce libertad de Alan Alda, o la crepuscular La última estación de Hoffmann.

En los turbulentos tiempos que corren, los roces entre cineastas y literatos son cada vez menores. Los cazadores de historias siguen buceando en las librerías; los autores literarios han seguido el consejo de Woody Allen, toma el dinero y corre. Y reza por que no te toque arrepentirte.

miércoles, 20 de abril de 2011

Malentendidos y buenas intenciones

Publicado en Diario de Mallorca el 20/4/11

UNA DULCE MENTIRA

Nacionalidad: Francia, 108 min. Director: Pierre Salvadori. Actores: Audrey Tatou, Nathalie Baye, Sami Bouajila

La comedia romántica de enredo es un formato inventado por los dramaturgos vieneses de hace un siglo, mejorado por sus geniales discípulos (Lubitsch, Wilder) y copiado hasta la saciedad desde entonces. El argumento de Una dulce mentira va del manitas de una peluquería (Sami Bouajila) secretamente enamorado de su jefa (Audrey Tatou). Al mismo tiempo la madre de la ella (Nathalie Baye) no logra superar que su marido la plantara unos años antes. Cuando el currito envía una carta anónima a Tatou, ella, con la mejor intención, la pasa a limpio y se la rebota a su madre, espoleando una cadena de malentenidos.

La película se entiende mejor en clave local. Desde el exitazo de Amelie, Tatou se ha convertido en el equivalente a nuestra Penélope Cruz; Baye sería a Carmen Maura. El público galo está entregado a ambas antes de entrar al cine; reforzado con la bienaventurada subtrama del inmigrante noble, culto y discreto y frente a la lugareña quisquillosa, amargada y algo iletrada. Aislando esos elementos, el guión es irregular: Los enredos con las cartas amorosas funcionan. El tema de fondo, la joven empeñada en ayudar a su progenitora cuando la que necesita terapia es ella, también. Sin embargo, el director sacrifica a los personajes para estirar los conflictos cómicos. La protagonista acaba siendo repelente; no se entiende, o no se explica bien, por qué el magrebí sigue colado por ella después de todas las perrerías que recibe. Y las empleadas de la peluquería añaden un grado adicional de irrealidad cuando hace falta lo contrario. La consecuencia es una comedia refrescante, divertida a ratos, aunque con un poso de desaprovechada.

domingo, 17 de abril de 2011

Realidades paralelas

Publicado en Diario de Mallorca el 18/4/2011

CODIGO FUENTE
Nacionalidad: Estados Unidos, 94 min. Director: Duncan Jones. Actores: Jake Gyllenhaal, Michelle Monaghan, Vera Farmiga

Un soldado de Afganistán se encuentra encerrado en una cápsula y obligado trasladarse virtualmente a un tren de cercanías para localizar a un terrorista y desactivar la bomba que éste ha colocado. Tiene ocho minutos para ello. Al no conseguirlo, regresa a la cápsula y vuelta a empezar.

Código fuente se enmarca en los thrillers de ciencia ficción. Recicla con mucha finura elementos variados: La situación del protagonista (no puedo dar más detalles) es una mezcla de Avatar y El día de la marmota; la prevención del atentado recuerda a Deja vu, la trama amorosa en el tren bebe, referente convertido ya en arquetipo, de Con la muerte en los talones. Suma una brizna de presente con el conflicto de Asia Central,  obligados recursos a clásicos de la ciencia ficción literaria (Asimov, K. Dick o Cronoespacio) y añade la sibilina tesis de que, como los pollos pero a la inversa, nuestro cerebro sigue funcionando unos segundos más tras la muerte. La finura se refiere a que toda esa amalgama no se utiliza como excusa para persecuciones, tiros y explosiones falleras, sino que se enfoca al lado más humano, salvar vidas, rebelarse contra la utilización de humanos como cobayas (la trama de Vera Farmiga) y el inevitable triunfo del amor. Hay sorpresas parciales y un final evidente. La realización es meritoriamente discreta; las actuaciones, dignas. 

Código fuente supera a las películas más palomiteras y huecas del género, sin llegar a remontar el vuelo del todo. No arriesga más en originalidad, como Origen o el arranque de Sin límites, por miedo quizás a fallar; resultando una película amena y razonablemente emotiva.

miércoles, 13 de abril de 2011

Los chicos de hoy

Publicado en Diario de Mallorca el 14/4/11

HAPPYTHANKYOUMOREPLEASE

Nacionalidad: Estados Unidos, 103 min. Director: Josh Radnor. Actores: Josh Radnor, Malin Ackerman, Kate Mara, Michael Algieri

Viendo esta película asocié su tema con la famosa canción de Nacha Pop. Trasladada a la Gran Manzana, va de un grupo de jovenes rozando su tercera década de existencia.  El protagonista (Josh Radnor, director y guionista además) es un aspirante a novelista; en un breve lapso de tiempo acoge alegalmente a un niño adoptado y se enamora de una camarera (Kate Mara). La mejor amiga de él (Malin Ackerman) sufre una extraña calvicie. Otra pareja se enfrenta a la paternidad mientras discuten si mudarse a Hollywood. 

El título, mantra optimista de un taxista escuchado por uno de ellos, marca el tono de la película: Comedia romántica urbana, joven, con modestia trascendental, sin aristas. Todo muy homogéneo. Demasiado. Ellos son clónicamente inmaduros, ellas se debaten entre el fulgor de los chicos más canallas o divertidos y la aburrida seguridad de los más centrados. Más trazos de inconsistencia que se podrían haber evitado: no se sabe de qué vive él. La enfermedad de su amiga se soslaya, quedando en el leve impacto visual de su mollera rasurada. Y el exagerado optimismo final no casa con el pretendido naturalismo del filme. Tolerando esa blandura, es una película más que digna. Radnor (protagonista de la serie Cómo conocí a vuestra madre) se muestra firme y equilibrado en su triple faceta: diálogos fluidos y afilados, buen ritmo, manejo de cámara e inserciones musicales; y gracejo encarnando a un pasotilla afable. Una frase que le suelta su amante define el tema y la película: “Eres muy bueno en los relatos cortos pero no estás preparado para la novela de tu vida”. Es el dilema de muchos de su generación.

lunes, 11 de abril de 2011

20/80

Publicado en Diario de Mallorca el 11/4/11

SIN LIMITES

Nacionalidad: Estados Unidos, 105 min. Director: Neil Burger. Actores: Bradley Cooper, Robert de Niro, Abbie Cornish

Desacertados tempos. Si en años anteriores se acentuaron los futurismos tremendistas (A ciegas, La carretera), justo cuando Fukushima nos hace temblar de verdad, Hollywood vuelve a los futurismos más amables (Origen, Destino Oculto). La historia de Sin límites entra en el espinoso tema de las drogas de diseño arrumbándolo hacia un soma hiperactivo y el milenario cuento del rey por un día. Un escritor en crisis (Cooper) coincide con un excuñado camello que le ofrece un novedoso y alegal estimulante que le permite acceder al ochenta por ciento de capacidad intelectual que supuestamente no aprovechamos. Se apunta rápidamente al gremio financiero, despertando enseguida el interés de un pez gordísimo del sector (De Niro) y un mafioso eslavo. Cuando el suministro mengua aparecen los velados efectos secundarios.

El arranque del filme es espectacular, y el director Neil Burger juega con cámara, ritmo y montaje para hacernos sentir algo similar al protagonista. Cuando cruza Wall Street pasa a un campo más trillado. El personaje de De Niro está más cerca de Warren Buffet o George Soros que de Gordon Gekko, pero no deja de ser un usurero refinado. La trama de los matones es vulgar serie B. Bradley Cooper confirma que está capacitado para protagonismos absolutos; incierto si dará el salto a aspirante a Oscar. Y la cuota femenina (la bellísima Abbie Cornish) vuelve ser decorativa e irrelevante. 

Sin límites confirma que la humanidad, o al menos los creadores de esta película, permanece anclada al veinte por ciento de nuestro cerebro. Y aún así es más entretenida e inteligente que el  ochenta por ciento del cine de acción de Hollywood actual.

jueves, 7 de abril de 2011

Paseo de ronda

Publicado en el sumplento Bellver de Diario de Mallorca el 7/4/11

3 horas = 333 minutos

5,5 horas es la duración de la miniserie televisiva Carlos de Olivier Assayas sobre el famoso terrorista marxista de los años 70. La versión en cine sólo dura tres. En el último Festival de Cannes hubo polémica sobre el formato. Los puristas sostenían que era una serie de televisión (como si HBO hiciera refritos de Los Soprano o The Wire para los festivales) y no un producto concebido inicialmente para la gran pantalla. Fue admitida al certamen y recibió elogios unánimes. Victoria para los relativistas del siglo XXI, los que defienden que es lícito, y beneficioso, aflojar de vez en cuando los corsés de los formatos. Estreno inminente, por fin.

14 millones de euros había recaudado Torrente 4 hasta el 23 del 3. No paladeará el Oscar a la mejor película extranjera ni el Goya al mejor guión, ni falta que le hace. ¿España y nosotros somos así o sólo ha sido una inyección terapéutica, una cata del pozo oscuro para recordar que heces somos y en gusanos nos convertiremos? Lo que sí augura, si Almodóvar está a la altura de sus precedentes, es un cierre de año con enésima batalla sobre el Estado del Cine Español.

89 años vivió Jane Russell. Las únicas curvas que eclipsaron a las de Marilyn Monroe. Logró que la secuela de Los caballeros las prefieren rubias se titulara Los caballeros se casan con las morenas. No lo consiguió el excéntrico multimillonario Howard Hughes (torpemente retratado en El aviador) a pesar de su asalto por aire, mar y tierra. Su vida personal no fue de película, con varios matrimonios, flirteos con el alcohol y abrazo final al extremismo religioso. Se excusó de nuestra compañía el 28 de febrero. Descanse en paz.

15 novelas escribió Michael Connelly hasta 2005. La 16ª, El inocente, visitará nuestras pantallas a principios de verano. Sorprendentemente es sólo la segunda adaptación de un thriller de ese autor, tras Deuda de sangre, dirigida por Clint Eastwood en su irregular anterior etapa. El inocente encaja en un género poco fotogénico, las intrigas de estrado, pero el talento de Connelly es muy depurado. Lleva al límite su máxima de agitar a los protagonistas con claroscuros muy marcados, poniéndoles entre la pistola y la pared y haciendo sufrir a los lectores/futuros espectadores tanto o más que ellos. No sólo los vikingos viven un boom de novela negra. Connelly, Harlan Coben, Philip Kerr, Dennis Lehane o Don Winslow forman el excelso dream team anglosajón actual.

Blanco contra verde

Publicado en Diario de Mallorca el 7/4/11

¿PARA QUÉ SIRVE UN OSO?

Nacionalidad: España, 96 min. Director: Tom Fernandez. Actores: Javier Cámara, Gonzalo de Castro, Emma Suarez, Geraldine Chaplin

Tras La torre de Suso, Tom Fernández reincide en un subgénero que se podría bautizar costumbrismo neoecologista. Nada nuevo, por otro lado. Bebe de Un tipo genial, que a su vez resucitó el humor tierno de los Ealing Studios.

Si la anterior película de Fernández ligaba la reconversión de la industria minera con una incipiente vuelta a la frugalidad rural, aquí apunta más alto, al cambio climático y la especulación inmobiliaria en parajes naturales. La bondad de sus intenciones choca con la fragilidad de su guión. No hay una premisa cómica como tal y los personajes, sin excepción, son muy endebles. Eso provoca conflictos forzados, gags insulsos y abuso del colorismo artificial. Ejemplo: A Alejandro (Gonzalo de Castro) se le presenta como un zoólogo experto en osos reconocido internacionalmente. Nada más empezar la película su hermano Guillermo (Javier Cámara) le recuerda que puede atraerlos con cebos de miel. Otro: Alejandro pretende enseñar a pescar truchas con la mano y son su hermano o la veterinaria del pueblo los que le enseñan a él. Gags tan pueriles como esos son constantes en toda la película. La trama del reciclaje de envases es igual de burda. Algo de gracia hacen el tranquilizante para caballos o la película muda de unos antiguos aventureros.

Las buenas comedias apelan al niño que todos llevamos dentro, pero con inteligencia de adultos. Aquí es a la inversa. Como comedia infantil (para chicos de 6 a 12 años) ¿Para qué sirve un oso? es simpática e instructiva. Para adultos solos es demasiado infantil. Humor blanco, y blando, barnizado de activismo verde.

domingo, 3 de abril de 2011

Así empiezan las guerras

Publicado en Diario de Mallorca el 4/4/2011

EN UN MUNDO MEJOR

Nacionalidad: Dinamarca, 119 min. Director: Sussanne Bier. Actores: Markus Rygaard, William Jonk-Nielsen, Mikael Persbrandt

Dos chicos en la edad crítica justo antes de la adolescencia se unen para enfrentarse a un matón del colegio. Uno es frágil de carácter; el otro ha desarrollado una precoz vena justiciera. Ambos sufren la lejanía de sus padres masculinos, de viaje constante. Uno a Londres por negocios; el otro a África como médico en un campamento de refugiados. Tras parar los pies a los chulos escolares, los chicos aumentan su escalada vengativa.

En un mundo mejor recibió el reciente Oscar a la mejor película extranjera. Es un drama en línea con los del mejicano González Iñarritu. Bier tensa los conflictos y situaciones dramáticas al límite: además del bullying, añade una trama de crisis matrimonial, otra de fidelidad al juramento hipocrático en un caso de sadismo tribal en África y una última de pérdida de la madre por cáncer. Por separado tienen suficiente entidad y profundidad. Plantean el dilema de palomas y halcones, si hay sitio para la bondad, como reza el título, o si la especia humana está ya echada a perder, desquiciada y desnortada. La suma de tantos dramas acaba siendo excesiva. Aunque el tercer acto da un respiro, los dos primeros son demoledores. Traspasan, por esa acumulación, la frontera con el melodrama y el maniqueísmo encubierto. Pero son aceptables como provocación, como revulsivo para que cada espectador se plantee si está cayendo en una tentadora dejadez; alimentando sin premeditación al monstruo del egoísmo y la intolerancia. La música, la fotografía y las actuaciones están a tono con el tema. Película dura, más incluso que Incendies en algunos momentos; recomendable para los que vayan motivados y mentalizados.